Un Ictus o ACV es una situación en la que no llega suficiente oxígeno al cerebro a causa de un bloqueo del flujo sanguíneo (coágulo) o ruptura (hemorragia) en un vaso sanguíneo. Esta falta de oxigeno en el cerebro puede dañarlo de forma permanente si no se actúa a tiempo y no se rehabilita adecuadamente.
Tanto los ACV isquémicos (por bloqueo), como los ACV hemorrágicos, pueden causar daños y alteraciones muy variadas. Pueden causar parálisis o paresia que afectarán la motricidad gruesa y fina del paciente, alteraciones en el habla y problemas de lenguaje (Disartria, Afasia), Disfagia, problemas de visión, fallos en la comprensión, trastornos cognitivos (Apraxia, Agnosia), alteraciones emocionales (habilidad emocional, depresión), etc.
Aunque pueda parecer improbable, los niños también pueden sufrir un Ictus. Sin embargo, mientras que la etiología en la edad adulta suele ser presión arterial alta, colesterol alto, obesidad, diabetes, la ingesta de alcohol y fumaren exceso; en los ACV infantiles, los factores desencadenantes son complicaciones en el embarazo o parto por infecciones (meningitis, encefalitis), traumas y trastornos sanguíneos.
En los niños que han sufrido un Ictus, al igual que los adultos, se pueden apreciar las mismas alteraciones y daños dependiendo de la zona cerebral afectada. La parte positiva es que los niños están en pleno desarrollo y debido a la plasticidad cerebral y poder regenerativo de sus neuronas, poseen mejores habilidades curativas y de recuperación que un adulto.
Pero ¿Cómo podemos saber que nuestro hij@ esta sufriendo un Accidente Cerebrovascular?
Se aconseja llamar al 112 o llevar al niñ@ al hospital más cercano si se observa alguno de estos signos o síntomas:
– Un fuerte o agudo dolor de cabeza puede indicar el inicio.
– Presenta de forma abrupta dificultades para hablar.
– Parálisis facial en un lado de la cara (boca y párpado caídos del lado afectado).
– Dificultad para mover o parálisis de las extremidades de un lado del cuerpo.
– Pérdida del equilibrio.
– Ceguera parcial o completa, visión borrosa, problemas con el movimiento de los ojos.
– Falta de control de esfínteres.
– Náuseas, vómitos y aumento de la temperatura corporal.

Sara sufrió un Ictus cuando todavía estaba en el vientre de su madre. Durante la gestación, la parte derecha de su cerebro soportó un grave infarto del que nadie se percató hasta que, cuatro meses después de su nacimiento, aparecieron las crisis epilépticas como primer signo de que algo no iba bien. Unas semanas más tarde, el diagnóstico definitivo dejó a Rosa Millán y José Martín, los padres de Sara, al borde de un abismo. Porque nadie podía garantizarles qué iba a pasar ni cuál iba a ser el desarrollo de la pequeña después de aquel trastorno que, pensaban, «sólo afectaba a las personas mayores».«Es una creencia generalizada que el Ictus no es cosa de niños, pero la realidad es que entre 2 y 13 niños por cada 100.000 sufren al año un Ictus en España». Es una de las 10 primeras causas de muerte en la infancia y el daño cerebral que provoca puede ocasionar secuelas importantes.

 

Pinchar en el enlace para saber más sobre la rehabilitación del caso de Sara:

https://www.elmundo.es/salud/2017/02/01/58908a3722601dfb1a8b4616.html

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