En varias ocasiones hemos comprobado en nuestro gabinete como los niños que tienen una pérdida auditiva leve o moderada, pueden llegar a tener grandes problemas en sus estudios, hasta el punto de que si no se descubren a tiempo, pueden desembocar en un bajo rendimiento académico, fracaso escolar, frustración o baja autoestima.
Es importante saber que el 80% de las pérdidas auditivas o hipoacusias están presentes en el nacimiento. «Según la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), los niños con pérdida auditiva tienen más problemas de atención y rendimiento académico, lo que redunda en una peor calidad de vida. Por eso se hace tan importante una evaluación temprana que facilite su detección precoz. «Lo ideal es detectarlo antes de los tres meses para empezar el tratamiento antes de los seis», comenta la doctora María José Lavilla, presidenta de la Comisión de Audiología de la SEORL-CCC.
La pérdida auditiva o hipoacusia, «tanto si es transitoria como si es permanente, puede tener un impacto enorme en el desarrollo del niño, ya que interfiere en su aprendizaje, en el desarrollo de destrezas de comunicación, lenguaje y socialización. Por lo tanto, es vital evitarla, en la medida de lo posible, y detectarla a tiempo. Cuanto más temprano se atienda a un niño con pérdida auditiva, mayor será la probabilidad de que alcance todo su potencial», indica la doctora Lavilla.
Un estudio reciente, indica que es tan grande el esfuerzo que el niño con hipoacusia tiene que hacer para mantener la atención mientras escucha, que se fatiga y abandona la tarea que está realizando. Este gran esfuerzo por parte del niño dificulta el aprendizaje y se convierte en el argumento de defensa principal para la indicación temprana de las ayudas auditivas (audífono o implante coclear).
La pérdida auditiva puede aparecer en cualquier momento de la vida del niño, puede irrumpir de forma brusca o progresiva y será temporal o permanente. «Puede ocurrir cuando alguna de las partes del oído no funciona de manera normal. Esto incluye el oído externo (pabellón y conducto auditivo externo), el oído medio (tímpano, cadena de huesecillos, cavidades y otras estructuras que están detrás del tímpano), el oído interno y el nervio auditivo».
Los catarros o las otitis catarrales afectan al oído medio. El ruido también puede afectar al oído interno. Una investigación reciente indica que las infecciones virales son la causa más importante de pérdida auditiva adquirida en niños, seguidas por la ototoxicidad por aminoglucósidos y derivados de platino, y por el daño coclear inducido por la sobreexposición al ruido, en adolescentes.
¿Cúales son los signos de alarma que pueden indicarnos una pérdida auditiva o hipoacusia?
Algunos síntomas son evidentes: dolor de oídos, supuración, etc. Sin embargos otros signos son menos visibles y pueden pasar desapercibidos. Entre estos signos, destacamos:
- El niño no se sobresalta con ruidos fuertes cerca de él.
- No gira la cabeza hacia la fuente de sonido con 6 meses de edad.
- No dice palabras sencillas y frecuentes «mamá», «papá» con 1 año de edad.
- Escucha unos sonidos y otros no parece escucharlos (pérdida de agudos/graves).
- Si tarda mucho tiempo en desarrollar el habla.
- No sigue las instrucciones que se le dan.
Si se observa uno o varios de estos síntomas se recomienda acudir a un especialista. En algunos casos puede tratarse de falta de atención o un retraso del habla o del desarrollo, pero sin duda, es importante descartar una pérdida auditiva y poner los medios necesarios en el caso de que lo fuese.